Defensa del realismo ingenuo. 1ª parte
Mientras el realista ingenuo sostiene que cuando vemos un objeto y sus propiedades, en condiciones normales, es precisamente eso lo que vemos, el representacionalista dice que son "ideas", imágenes" o "representaciones" que están en lugar de los objetos.
Parte del hecho de la existencia del mismo contenido mental en casos de percepciones ilusorias y percepciones "verídicas". De ahí concluye que lo que la mente contempla no es el "objeto" externo a la mente, aunque pueda admitir, como hacen la mayoría de ellos, que existe una relación causal entre una y otra cosa.
Pero existen consecuencias lógicas, ciertamente problemáticas, de aceptar que no "vemos" nunca objetos externos a la mente. Si nunca percibimos objetos externos, ¿ cuál es la razón para sostener que existen tales objetos externos de manera independiente a nuestra mente y que nuestros perceptos son causa de ello?. Ninguna, reponen algunos, que se ven por ello autorizados lógicamente a concluir que no existe nada externo a la mente, incluyendo, si llevamos todo esto a sus últimas consecuencias lógicas, otros seres que uno mismo.
Como dije en el anterior artículo, la principal objeción es que nuestras percepciones no dependen de nuestra voluntad. Podemos imaginar, pero eso no equivale a percibir. Uno no percibe el brillo del Sol a voluntad o lo puede hacer desaparecer de su mente. La percepción de ese brillo va invariablemente unida a determinadas condiciones que pueden explicarse de manera sencilla si aceptamos que un objeto externo a nuestra mente es la causa de esa percepción. Suprimimos esas condiciones y la percepción desaparece, introducimos de nuevo las circunstancias anteriores y la percepción retorna, por muy intensamente que nuestra mente se niegue a ello. Así, no consiste nuestra objeción solamente en negar convicción, como hace Hume, a la idea de que los objetos aparecen dirigiendo nuestra atención mental a ello y desaparecen cuando los olvidamos, sino en afirmar que nuestras percepciones se producen a pesar de no pensar en ellas o negarnos a dirigir a ellas nuestra atención y que ello precisa de una explicación que, en el caso de postular una relación causal con objetos externos a nuestra mente, obtenemos de manera sencilla.
Pero queda la cuestión cerca de que no "vemos" objetos, sino ideas o representaciones de los objetos en nuestra mente. Me parece muy complicada la generalización de esta idea. Sostiene el representacionalista que el realista ingenuo toma las imágenes mentales de los objetos como los propios objetos. Pero eso no es exacto. Lo que el realista sostiene es que esa imagen es "fiel" al objeto. Que la percepción se refiere al objeto, y no a imágenes o representaciones mentales.
Y es que esa es una consecuencia explícita del representacionalista. Este asegura que no tenemos acceso directo al objeto o sus propiedades, sino a ciertos constructos mentales causados por aquellos. De ahí que dude de nuestro acceso a la realidad.
Difícilmente puede el representacionalista explicar como adquirimos la idea de esfericidad o como esa idea se "parece" o "representa" a la esfericidad del objeto real, si considera que esa idea no procede de objetos con propiedades esféricas. También puede considerarse a Kant un representacionalista puesto que admite la existencia de la "cosa en si", objetos externos a la mente, pero que solo podemos acceder a sus "apariencias", propiedades, aunque su idea acerca de que el "espacio" es un aspecto de nuestra sensibilidad tiene un claro aire idealista.
Todos los representacionalistas parten de la existencia de las ilusiones y las alucinaciones para sostener sus afirmaciones.
Las ilusiones parecen mostrar claramente que las características relevantes percibidas difieren de las que la realmente se encuentran el objeto, son claramente subjetivas, y no hay nada que garantice que en el caso de las percepciones que consideramos verídicas hay algo distinto. Este argumento ha tenido y tiene gran peso, recordemos que Einstein y Eccles, entre otros, lo siguieron fielmente. Y Rusell, al menos durante gran parte de su vida, hizo lo mismo, proporcionando el ejemplo de la nebulosa.
Uno de los ejemplos más famosos es el de Hume respecto a la mesa que cambia de tamaño conforme nos acercamos o alejamos de ella. Puesto que la mesa "real" no cambia de tamaño, debemos concluir, decía Hume, que no percibimos directamente la mesa, sino una imagen de ella y que es esta la que cambia. Nuestro acceso a través de la percepción se refiere a representaciones, no a propiedades de los objetos.
Por tanto, la hipótesis del realista de sentido común o ingenuo, debía desecharse. En su día, Thomas Reid contestó a Hume, del que era contemporáneo, y lo seguiremos en parte a partir de ahora.
Reid escribió que no era legítimo, contrariamente a lo que los representacionalistas hacían, afirmar que no vemos la verdadera mesa porque la "verdadera" mesa no cambie en realidad de tamaño y así se lo parezca a nuestros ojos y mente. Según Reid, la hipótesis realista recogía ese hecho integrándolo en su modelo hasta el punto de que, de aceptar que vemos realmente la mesa, esa variación de tamaño es justo lo que cabría esperar. Lo que en realidad ocurre es que vemos la mesa más lejana, y las leyes de la perspectiva incluyen un "aparente" cambio de tamaño en ese hecho. En ningún momento dejamos de ver la mesa, ni siquiera si se convierte en un punto conforme nos alejamos. Es cierto que quién la contemplara así desde el principio, como un punto, precisa de alguna inferencia, pero sin duda, quien vio la mesa desde el principio sigue viéndola. Nunca pasó de ser una mesa a ser un punto. Nuestros ojos son incapaces de distinguir esa mesa como algo más que un punto, pero en ningún momento hemos dejado de ver la mesa y hemos pasado a ver un punto. Si lo que le ocurre a nuestra visión de la mesa es justo lo que debe ocurrirle de ser la mesa real, ¿cómo va a constituir eso mismo una prueba de que no vemos una mesa real o sus propiedades?.
En el ejemplo de Rusell respecto a la inferencia necesaria para que el astrónomo pase de ver una niebla luminosa a establecer que se trata de muchas estrellas, puede aplicarse lo mismo. Cuando el astrónomo dice que aquello en realidad son estrellas, usa su anterior visión de una estrella y hace una inferencia basada en su visión aceptando que en determinadas circunstancias, un objeto real tendrá ese aspecto como consecuencia de las características del mundo real. Rusell se apoya para establecer que la nebulosa es un gran grupo de estrellas en observaciones científicas de distinto tipo, y se supone que todas ellas son ínter subjetivas y respecto del mundo real con el que comparar esa nebulosa.
Ni Hume ni Rusell (ni Einstein, ni Eclees) consideran que en un momento determinado dejamos de ver una mesa y pasamos a ver un punto, pero se apoyan en ello para decir que, puesto que lo que vemos en la lejanía es tan diferente de nuestro concepto de una mesa, o de un grupo de estrellas, todo lo que vemos durante todo el tiempo es una imagen mental. Pero parece mucho más razonable, apoyándonos en las leyes naturales, pensar que es al revés, que todo lo que vemos durante todo el tiempo es una mesa.
Como sobre esto escribió Reid en su día, es importante comprender
que lo que el representacionalista dice es algo muy diferente a una mera descripción de las operaciones mentales, que el realista acepta y estudia con sus peculiaridades. Mientras que el realista dice que esas operaciones mentales se refieren a los objetos, aquellos deben probar su afirmación de que lo percibido no son objetos directamente o sus propiedades, sino ideas o representaciones de aquellos y que es sobre esas representaciones sobre las que opera la mente, a partir de inferencias y otros recursos. Lo que está en discusión no es el recuerdo, la imaginación o la percepción, sino aquello que es percibido, imaginado o recordado, que en el caso del realista se refiere a objetos y en el de los representacionalistas a ideas o representaciones. En ellos recae la carga de la prueba de la existencia de esos entes.
Las ilusiones no prueban en ningún modo que existan esas representaciones, nuevos entes que no se siguen de la meras peculiaridades de las propiedades de nuestros órganos sensoriales. Cabría preguntar si estamos siendo ingenuos o si son ellos los que resultan temerarios.
Parece como si en todo esto, fueran los representacionalistas los que confunden ingenuamente la percepción con la experiencia sensorial subjetiva, al tomar esta última como modelo de aquella, como en las alucinaciones.
Seguira...