Contra el realismo ingenuo
En tanto el realismo ingenuo era sostenible, la percepción era conocimiento de un objeto físico, obtenido a través de los sentidos, no por inferencia. Pero al aceptar la teoría causal de la percepción, nos hemos comprometido con la idea de que la percepción no nos proporciona conocimiento inmediato de un objeto físico, sino, en el mejor de los casos, un dato para la inferencia. (Bertrand Rusell, Análisis de la materia)
Realismo ingenuo. Probablemente, se trata de la única doctrina filosófica con nombre peyorativo. Como Rusell dice en esta cita, ser hoy en día un realista ingenuo se ha vuelto difícil. Pocos científicos, menos psicólogos y casi ningún filósofo están hoy en día decididos a intentar una defensa del realismo ingenuo, del sentido común, en definitiva. Hoy en día andan en boga ciertos vestigios de la teoría representacional de la percepción. Aunque pocos extraen consecuencias como las de Berkeley u otros de la percepción, casi nadie se atreve a sostener que vemos objetos físicos, o que los oímos. Nuestra percepción, nos dicen, construye la realidad, debemos abandonar la idea de que nuestros sentidos nos proporcionan un registro del mundo real. No hay casi ya realistas ingenuos, pero al menos, no abundan tampoco los idealistas. Aunque haberlos, haylos. Este que escribe es uno de esos ingenuos realistas. Veamos un poco la historia de todo esto.
El realista ingenuo piensa que cuando olemos, saboreamos o vemos algo estamos oliendo saboreando o viendo un objeto físico.
El crítico recurre a las ilusiones y a las alucinaciones para comenzar su crítica.
Si introducimos un palo en el agua, vemos que el palo aparece como quebrado. Si sufrimos un espejismo, vemos agua donde no la hay. Si miramos una mesa y nos alejamos de ella, la vemos encoger de tamaño. Si alguien sufre una alucinación en la que un objeto flota en el aire, el sujeto vería ese objeto ante sí.
El contenido mental de todas estas experiencias es indistinguible del que tendría si el palo estuviera realmente quebrado, tuviéramos agua delante, la mesa encogiera o el objeto flotara realmente. Por tanto, nos dicen, lo que percibimos es algo interno a la mente, en el mejor de los casos, causado por objetos externos. Existe una relación causal entre los objetos existentes en el mundo y nuestra percepción, pero los objetos de esta, son objetos internos de la mente, representaciones de los objetos externos. La forma más moderada de esto es sostenida no solo por filósofos, Eccles, Rusell o Einstein son ejemplos de científicos que comparten esta visión, que, como decimos, es mayoritaria hoy en día. Para ellos, nuestros sentidos nos aportan datos que la mente procesa y construye o, mejor, reconstruye ese objeto en una inferencia.
Descartes y Locke llevaron todo estos argumentos basados en las ilusiones a todo el campo de la actividad intelectual, todos los objetos del pensamiento son internos. La forma original de concebir la teoría de representación por parte de estos filósofos ya ha sido superada, especialmente su explicación de la relación causal entre los objetos y la mente. Pero su influencia, como decimos, permanece bien sana.
Berkeley llevó todo esto hasta sus últimas consecuencias lógicas. Se preguntaba cómo podemos estar seguros de que nuestras percepciones están causadas, después de todo, por objetos externos a la mente. Ya el propio Locke vio las dificultades de su teoría representacional. ¿Cómo podía estar seguro de que la idea o representación en su mente de un caballo se parece a un caballo si, según su propia teoría, nunca había visto realmente un caballo?
Berkeley razonó más o menos así: si los seres humanos son solo conscientes de sus propias ideas y no puede contemplar nada real, todos los objetos son obras mentales, y no hay razón para pensar que existe nada fuera de la mente. Que exista una relación causal entre los objetos reales y nuestras percepciones es un argumento que no se sigue de la teoría representacional. De ahí al solipsismo solo hay un pequeño paso, igualmente consistente desde el punto de vista lógico con la teoría representacional. Berkeley era consciente de la primera dificultad que algo así nos presenta. Ver la luz no depende de nuestra voluntad, oír un estruendo es algo que, en algún sentido, se nos impone. El realista (ingenuo, supongo) alegará que suena absurdo afirmar que las cosas dependen de una mente que las perciba, y que, cuando deja de pensar en ellas, desaparecen. El sonido, la luz, los árboles, si dependieran de nuestra mente deberían desaparecer cuando un sujeto consciente aparta su atención sobre ello. Berkeley propuso su solución: hay una mente que nunca deja de pensar en esas cosas, Dios. Dios, su mente, se ocupa de que todo siga ahí disponible para nuestra percepción de lo que creemos existente.
Hume dijo que Berkeley tenía unos argumentos lógicamente impecables, pero nada convincentes.
El propio Hume admitía la teoría representacional y atacó duramente el realismo ingenuo sobre la base de las ilusiones. Según decía, no tenemos argumentos para razonar que nuestras percepciones son causadas por objetos externos a la mente, pero que nos vemos forzados a aceptarlo. Con sus propias palabras, es un asunto demasiado importante para que la naturaleza lo deje a nuestros razonamientos. Podemos, dice, Hume, preguntarnos por las razones que nos llevan a pensar que existen tales objetos, pero su existencia debemos darla por supuesta. Hume es realista pero, por oposición al llamado ingenuo, se caracteriza como realista crítico.
En principio, Kant mantuvo una postura parecida: existen objetos exteriores a la mente pero solo conocemos sus apariencias, nada de lo que es la cosa en sí nos resulta accesible. Kant llama la atención sobre la dificultad que plantea pensar, como hace el realista ingenuo, que los objetos son totalmente independientes de nuestra mente, pues de ser así, dice, nuestras experiencias serían iguales con objeto como sin él. La novedad de Kant (además de su peculiar forma de nombrar: cosa en si y apariencias) es la de introducir que incluso las propiedades primarias de los objetos están relacionadas con nuestra sensibilidad, principalmente el espacio.
El peso del argumento a partir de las ilusiones y las alucinaciones es enorme y ha influido, como decimos, hasta nuestros días. Como en las ilusiones antes mencionadas, cuando percibimos cosas que realmente no están ahí, la experiencia es exactamente la misma que cuando pensamos que hay objetos que causan nuestra percepción. Podemos percibir segmentos como de desigual longitud cuando, en realidad, son iguales, u otros objetos como de distinto tamaño siendo ambos del mismo tamaño, o incluso percibir como mayor el que es en realidad menor. Lo que nuestra mente contempla es distinto a lo que en realidad tenemos delante, es innegable. Las características relevantes en estos ejemplos son distintas en nuestra percepción y en la realidad, distinto tamaño, distinta longitud. En el caso de las alucinaciones esto se hace más patente, la mente percibe un objeto de manera indistinguible tanto en el caso de alucinación como en su ausencia. El partidario de la teoría representacionista concluye de aquí que las características que percibimos no pueden pertenecer al objeto, pues también se presentan sin ellos.
Hoy en día se sostiene que el realismo ingenuo se opone a los avances de la Ciencia. Rusell ponía como ejemplo la nebulosa contemplada en un telescopio por un astrónomo, que no percibe aquello como lo que es, un conjunto masivo de estrellas, sino como una niebla, y que el verdadero carácter de lo observado se obtiene por medio de una inferencia, lo que se percibe es distinto de lo real. Rusell extiende ese ejemplo a todas las observaciones.
Se dice también que si los humanos tuvieran los sentidos de otros animales, la realidad percibida sería muy distinta. Se dice que la mente humana no capta una imagen exacta del mundo, sino que, por medio de nuestros sentidos, crea su realidad.
Incluso se dice que los colores, o los sabores, o los sonidos, son creaciones del aparato sensitivo humano, y que la realidad se explica a partir de longitudes de onda, substancias químicas o vibraciones del aire u otros objetos.
A la vieja pregunta de si un árbol que cae en el bosque solitario produce algún sonido, algunos científicos responden que solo produce vibraciones, pero para tener un sonido, precisamos, por definición, de un órgano que recoja la sensación que tal vibración produce en un ser viviente.
A partir de todo esto, se abre la puerta para todo tipo de especulación, como la realidad del mundo onírico, tan legítima como la de la vigilia para algunos.
El realismo ingenuo sostiene que nuestras percepciones nos ponen en contacto con objetos del mundo real y sus propiedades a partir de los sentidos. Trataré, en un par de días, de dar respuesta a las objeciones que se presentan a esa visión en los argumentos que acabo de exponer, con la ayuda de otros ingenuos más capaces que yo.
Realismo ingenuo. Probablemente, se trata de la única doctrina filosófica con nombre peyorativo. Como Rusell dice en esta cita, ser hoy en día un realista ingenuo se ha vuelto difícil. Pocos científicos, menos psicólogos y casi ningún filósofo están hoy en día decididos a intentar una defensa del realismo ingenuo, del sentido común, en definitiva. Hoy en día andan en boga ciertos vestigios de la teoría representacional de la percepción. Aunque pocos extraen consecuencias como las de Berkeley u otros de la percepción, casi nadie se atreve a sostener que vemos objetos físicos, o que los oímos. Nuestra percepción, nos dicen, construye la realidad, debemos abandonar la idea de que nuestros sentidos nos proporcionan un registro del mundo real. No hay casi ya realistas ingenuos, pero al menos, no abundan tampoco los idealistas. Aunque haberlos, haylos. Este que escribe es uno de esos ingenuos realistas. Veamos un poco la historia de todo esto.
El realista ingenuo piensa que cuando olemos, saboreamos o vemos algo estamos oliendo saboreando o viendo un objeto físico.
El crítico recurre a las ilusiones y a las alucinaciones para comenzar su crítica.
Si introducimos un palo en el agua, vemos que el palo aparece como quebrado. Si sufrimos un espejismo, vemos agua donde no la hay. Si miramos una mesa y nos alejamos de ella, la vemos encoger de tamaño. Si alguien sufre una alucinación en la que un objeto flota en el aire, el sujeto vería ese objeto ante sí.
El contenido mental de todas estas experiencias es indistinguible del que tendría si el palo estuviera realmente quebrado, tuviéramos agua delante, la mesa encogiera o el objeto flotara realmente. Por tanto, nos dicen, lo que percibimos es algo interno a la mente, en el mejor de los casos, causado por objetos externos. Existe una relación causal entre los objetos existentes en el mundo y nuestra percepción, pero los objetos de esta, son objetos internos de la mente, representaciones de los objetos externos. La forma más moderada de esto es sostenida no solo por filósofos, Eccles, Rusell o Einstein son ejemplos de científicos que comparten esta visión, que, como decimos, es mayoritaria hoy en día. Para ellos, nuestros sentidos nos aportan datos que la mente procesa y construye o, mejor, reconstruye ese objeto en una inferencia.
Descartes y Locke llevaron todo estos argumentos basados en las ilusiones a todo el campo de la actividad intelectual, todos los objetos del pensamiento son internos. La forma original de concebir la teoría de representación por parte de estos filósofos ya ha sido superada, especialmente su explicación de la relación causal entre los objetos y la mente. Pero su influencia, como decimos, permanece bien sana.
Berkeley llevó todo esto hasta sus últimas consecuencias lógicas. Se preguntaba cómo podemos estar seguros de que nuestras percepciones están causadas, después de todo, por objetos externos a la mente. Ya el propio Locke vio las dificultades de su teoría representacional. ¿Cómo podía estar seguro de que la idea o representación en su mente de un caballo se parece a un caballo si, según su propia teoría, nunca había visto realmente un caballo?
Berkeley razonó más o menos así: si los seres humanos son solo conscientes de sus propias ideas y no puede contemplar nada real, todos los objetos son obras mentales, y no hay razón para pensar que existe nada fuera de la mente. Que exista una relación causal entre los objetos reales y nuestras percepciones es un argumento que no se sigue de la teoría representacional. De ahí al solipsismo solo hay un pequeño paso, igualmente consistente desde el punto de vista lógico con la teoría representacional. Berkeley era consciente de la primera dificultad que algo así nos presenta. Ver la luz no depende de nuestra voluntad, oír un estruendo es algo que, en algún sentido, se nos impone. El realista (ingenuo, supongo) alegará que suena absurdo afirmar que las cosas dependen de una mente que las perciba, y que, cuando deja de pensar en ellas, desaparecen. El sonido, la luz, los árboles, si dependieran de nuestra mente deberían desaparecer cuando un sujeto consciente aparta su atención sobre ello. Berkeley propuso su solución: hay una mente que nunca deja de pensar en esas cosas, Dios. Dios, su mente, se ocupa de que todo siga ahí disponible para nuestra percepción de lo que creemos existente.
Hume dijo que Berkeley tenía unos argumentos lógicamente impecables, pero nada convincentes.
El propio Hume admitía la teoría representacional y atacó duramente el realismo ingenuo sobre la base de las ilusiones. Según decía, no tenemos argumentos para razonar que nuestras percepciones son causadas por objetos externos a la mente, pero que nos vemos forzados a aceptarlo. Con sus propias palabras, es un asunto demasiado importante para que la naturaleza lo deje a nuestros razonamientos. Podemos, dice, Hume, preguntarnos por las razones que nos llevan a pensar que existen tales objetos, pero su existencia debemos darla por supuesta. Hume es realista pero, por oposición al llamado ingenuo, se caracteriza como realista crítico.
En principio, Kant mantuvo una postura parecida: existen objetos exteriores a la mente pero solo conocemos sus apariencias, nada de lo que es la cosa en sí nos resulta accesible. Kant llama la atención sobre la dificultad que plantea pensar, como hace el realista ingenuo, que los objetos son totalmente independientes de nuestra mente, pues de ser así, dice, nuestras experiencias serían iguales con objeto como sin él. La novedad de Kant (además de su peculiar forma de nombrar: cosa en si y apariencias) es la de introducir que incluso las propiedades primarias de los objetos están relacionadas con nuestra sensibilidad, principalmente el espacio.
El peso del argumento a partir de las ilusiones y las alucinaciones es enorme y ha influido, como decimos, hasta nuestros días. Como en las ilusiones antes mencionadas, cuando percibimos cosas que realmente no están ahí, la experiencia es exactamente la misma que cuando pensamos que hay objetos que causan nuestra percepción. Podemos percibir segmentos como de desigual longitud cuando, en realidad, son iguales, u otros objetos como de distinto tamaño siendo ambos del mismo tamaño, o incluso percibir como mayor el que es en realidad menor. Lo que nuestra mente contempla es distinto a lo que en realidad tenemos delante, es innegable. Las características relevantes en estos ejemplos son distintas en nuestra percepción y en la realidad, distinto tamaño, distinta longitud. En el caso de las alucinaciones esto se hace más patente, la mente percibe un objeto de manera indistinguible tanto en el caso de alucinación como en su ausencia. El partidario de la teoría representacionista concluye de aquí que las características que percibimos no pueden pertenecer al objeto, pues también se presentan sin ellos.
Hoy en día se sostiene que el realismo ingenuo se opone a los avances de la Ciencia. Rusell ponía como ejemplo la nebulosa contemplada en un telescopio por un astrónomo, que no percibe aquello como lo que es, un conjunto masivo de estrellas, sino como una niebla, y que el verdadero carácter de lo observado se obtiene por medio de una inferencia, lo que se percibe es distinto de lo real. Rusell extiende ese ejemplo a todas las observaciones.
Se dice también que si los humanos tuvieran los sentidos de otros animales, la realidad percibida sería muy distinta. Se dice que la mente humana no capta una imagen exacta del mundo, sino que, por medio de nuestros sentidos, crea su realidad.
Incluso se dice que los colores, o los sabores, o los sonidos, son creaciones del aparato sensitivo humano, y que la realidad se explica a partir de longitudes de onda, substancias químicas o vibraciones del aire u otros objetos.
A la vieja pregunta de si un árbol que cae en el bosque solitario produce algún sonido, algunos científicos responden que solo produce vibraciones, pero para tener un sonido, precisamos, por definición, de un órgano que recoja la sensación que tal vibración produce en un ser viviente.
A partir de todo esto, se abre la puerta para todo tipo de especulación, como la realidad del mundo onírico, tan legítima como la de la vigilia para algunos.
El realismo ingenuo sostiene que nuestras percepciones nos ponen en contacto con objetos del mundo real y sus propiedades a partir de los sentidos. Trataré, en un par de días, de dar respuesta a las objeciones que se presentan a esa visión en los argumentos que acabo de exponer, con la ayuda de otros ingenuos más capaces que yo.
27 comentarios
JIVAR -
elo -
Hilary Putnam intenta justificar que creamos en el sentido comun, la existencia de sillas mesas, etc. pero por qué fracasa?
Tábano Socrático -
faby -
una pregunta
el realismo ingenuo es lo que percibimos por nuestros sentidos? osea cada kien tenemos una percepcion diferente de lo objetos, cada kien se hace una idea de ellos en su mente??
faby -
el realismo ingenuo es lo que percibimos por nuestros sentidos? osea cada kien tenemos una percepcion diferente de lo objetos, cada kien se hace una idea de ellos en su mente??
sharay -
bobaikido -
bodhi -
en cuanto a la otra cuestión tienes razón en lo que dices pero todo depende de a que atributos de los objetos nos refiramos para saber si la similitud perceptiva es suficiente
Holbach -
Somos uno de los resultados de la evolución cósmica: Una parte de la materia inerte se ha transformado en materia viva y una parte de esta última se ha transformado en materia pensante. ¿Puede aceptar esta idea un budista?
bodhi -
Holbach, lo que queria decir con el último comentario es que no percibimos igual los atributos de un objeto, sino que los percibimos de forma similar pero no igual
bodhi -
bodhi -
bodhi -
Holbach -
bodhi -
Tampoco creo que del hecho de que nuestra percepcion de la realidad dependa de nuestros sentidos no se puede deducir que no podemos afirmar que exista o no realidad, porque el propio hecho de percibirla prueba su existencia y más cuando es percibida, aunque de forma distinta, por todos los (y muy diversos) seres vivos, por tanto, yo a diferencia de Hume creo que sí tenemos argumentos para razonar que nuestras percepciones son originadas por objetos externos a la mente (reales y existentes).
No creo que se deba confundir los efectos macroscopicos con los microscopicos o la forma en que se manifiesta la realidad con la existencia de la propia realidad. No recuerdo que filosofo fue el que para demostrar la existencia de los objetos independiente y externamente a nuestra mente dió una patada a una piedra...
Tampoco estoy de acuerdo con que la aceptación del representacionismo nos lleve al solipsismo, como mucho nos llevará a un platonismo que tampoco me desagrada demasiado ;)
bodhi -
bodhi -
Holbach -
Ciertamente, la materia puede dividirse en moléculas, átomos, nucleones y electrones, quarks... Pero eso no implica que la materia no exista: un tren tampoco deja de existir por el hecho de estar constituido por varios vagones unidos a una locomotora.
Pedro -
Y la masa-energía es un parámetro, no una realidad; es única, pero al mismo tiempo toma diferentes formas según nos conviene (energía potencial, energía cinética, masa inercial, masa gravitatoria..). Hasta la propia investigación de la materia, nos lleva, poco a poco, a una historia de nunca acabar, pues siempre, ya de forma directa, ya de forma indirecta, podremos ir encontrando subdivisiones, y en el comportamiento de las partículas, una evidencia de que nuestro punto de vista y conocimiento previo es fundamental (mecánica cuántica).
Pedro -
Holbach -
La única postura racional es el naturalismo: Hay una relación causal que va de la realidad exterior a la representación.
Pedro -
Holbach -
Llamamos "real" a aquello que comprobamos, pero no hacemos esto "por tradición": lo hacemos por sentido común (incluyendo la ciencia, que no es más que sentido común refinado).
Si nuestros sentidos no representaran el mundo físico con una aproximación aceptable nuestra especie no existiría. Como dijo el paleontólogo G. G. Simpson, un simio que no tuviera una imagen realista de la rama a la que iba a saltar no podría contarse entre nuestros antepasados. :^)
Un saludo
Pedro -
Un saludo
the happy butcher -
1.- José Luís Calvo ha vuelto... Juas juas juas...
2.- Este tema en psicología lo llevamos fatal. En principio, coincido con Holbach, las ilusiones ópticas nos ayudan a descubrir la naturaleza de nuestros sentidos. Si habláramos de emociones, estaría aterrorizado, aunque lo que las neurociencias están aportando cosas muy interesantes.
3.- He dado de baja el blog en blogia. Ya sólo queda el de Red Liberal.
Saludos, hacía tiempo que no se te veía. ¿Dónde te metes?
Holbach -
Goyo -