Blogia

Saber/Creer

El experimento científico.

La actividad científica presupone un mundo real, y sensible. No solo sensible, sino, además, cosensible. Es decir, la actividad científica se basa en la identidad básica de la sensibilidad humana. Los fenómenos se producen en el mundo real, y no dependen del observador. La ciencia se limita a los fenómenos perceptibles en los que los observadores son intercambiables. No importa, a estos efectos, que lo perceptible sea el fenómeno en sí o el registro de un aparato medidor, por ejemplo.

La experiencia dicta que los informes sobre aquellos fenómenos avalados por varios observadores independientes son más fiables que aquellos que proceden de un solo observador.

Para que esto sea aprovechable científicamente, debemos asegurarnos de que los observadores “miran” el mismo fenómeno.

Pero, debido a la falibilidad de los sentidos, las distorsiones e ilusiones ópticas, etc, la ciencia no deja las observaciones, en la medida en que esto es posible, al azar.

Este es el sentido del experimento. Una observación provocada, con variables controladas que puede ser reproducida por cualquier observador (dejemos aparte las limitaciones técnicas y de otro tipo, me refiero a que cualquier “persona” por el hecho de serlo, puede “ver” lo mismo).

El experimento puede estar destinado a comprobar una teoría, a falsar otra, a comprobar una predicción, a refinar resultados cuantitativos, etc. En general, un experimento se destina a obtener una novedad.

En la ciencia, un resultado experimental constituye una prueba, en un sentido muy similar al que tiene ese término en el terreno judicial.

Lo crucial del experimento en ciencia explica la exigencia de excelencia en el diseño y ejecución de los experimentos.

Leyes y costumbres.

Entre los mangayas, en Polinesia, las mujeres tienen derecho a un orgasmo en cada relación sexual. En caso contrario, sus maridos pierden status social. Una vieja ley judía prescribe dos relaciones sexuales por semana a los varones con actividad laboral. Los parados están obligados a diario.

En Etiopía está prohibido fumar únicamente en presencia de sacerdotes.

En California es necesaria la licencia de caza para poner cepos a los ratones. En Connecticut existen multas para quien camine sobre las palmas de sus manos por la vía pública y en Florida existe una vieja ley que prohibe a las mujeres saltar en paracaídas los domingos por la tarde.

En Francia se puede procesar a quienes llamen a sus hijos Vanilla, Prune o Cherry.

En California, un hombre condenado por tráfico de drogas recurrió por que el jurado que lo juzgó tenía una composición discriminatoria. Según este hombre, entre los miembros del jurado no había ni un solo obeso," una minoría mayoritaria". Su recurso fue rechazado.

Ética del conocimiento.

El ser humano parece condenado a preguntarse por el mundo y por su lugar en el mismo. Se ha dicho que la Religión es un intento de dar sentido a esta inquietud. La Ciencia es otro modo de hacer lo mismo, otra respuesta a la misma pregunta.

La Religión, en general, asigna al hombre un lugar especial en el mundo y a este una subordinación al primero, al menos en el sentido de que sin el hombre, el mundo no tiene sentido. De ese lugar, del origen del hombre, de la causa de su existencia, se deriva para la visión religiosa un sentido para la acción del hombre. El hombre es responsable de su acción, debe responder de ella y de ahí la moral.

La Ciencia concibe la moral como una necesidad social, mucho más que una mera convención prescindible, pues la vida social proviene de la naturaleza del hombre, está inscrita en ella y la moral es inseparable de la vida social.

En cualquier caso, ambas “visiones” contemplan una dimensión ética en la acción del hombre.

En la búsqueda de conocimiento, en la tarea de buscar respuestas, el ser humano descubre leyes, principios y reglas que rigen el mismo conocimiento, definiendo a que se le puede llamar como tal y como lograrlo de la manera más efectiva. Descubre el error y muchas de sus fuentes. En ambas visiones, la verdad no es particular ni permanece en el ámbito íntimo, sino que sus consecuencias involucran a la humanidad entera. Ya no solo como mera acción personal, sino también por su trascendencia, ignorar las reglas del conocimiento es éticamente condenable.

La ciencia es una actividad éticamente deseable y su metodología busca la verdad, tiende a erradicar el error y condena y desecha la persistencia sistemática en él y, por supuesto, el fraude.

Negar el conocimiento obtenido de acuerdo al uso de las mejores metodologías para ello, o llamar a la renuncia de su búsqueda es condenable y pernicioso. La ciencia es una llamada a la honestidad intelectual y sean cuales sean sus conclusiones, nunca deben ser desechadas o condenadas si no es sobre la base de la mismas reglas que las alumbran.

E.R. Lankester, el cazafantasmas.

Edwing Ray Lankester (1846-1929) es recordado por varios motivos.

Fue un pionero del periodismo científico con una columna fija durante años en la prensa llamada "Ciencia desde un cómodo sillón" con enorme éxito. (A mí me suena a título de weblog)

Su terminología en el campo de la arqueología prehistórica todavía permanece.

Popularizó las descripciones de animales y paisajes extintos de la antigüedad. Conan Doyle se inspiró en ellas para sus propias descripciones en el clásico de aventuras "El mundo perdido", donde uno de los personajes cita a Lankester.

Se le considera el responsable de la recuperación del concepto de selección natural, perdido para la biología británica desde pocos años tras la muerte de Darwin. Trató de conciliar las teorías de Weissman, el pionero alemán de la genética, con la selección natural, adelantándose a la teoría sintética.

Además, y esta es la razón de que hable de Lankester hoy, fue el primer científico que denunció públicamente y ante un tribunal los manejos de un charlatán que pretendía poder comunicarse con los espíritus de los fallecidos.

Henry Slade era famoso en Londres por su pretendida capacidad como medium. El espectáculo de Slade consistía en hacer preguntas al espíritu de su propia esposa fallecida que esta respondía por medio de mensajes escritos misteriosamente en una pizarra.

Lankester, que admiraba profundamente a Darwin, tal vez para ganarse su afecto, pues sabia que el gran hombre aborrecía a los espiritistas que florecían en la sociedad victoriana británica, asistió a una de las sesiones de Slade.

En un momento de silencio en el que Slade se disponía a realizar una pregunta, siempre en un ambiente de gran oscuridad, Lankester arrebató la pizarra al medium, comprobando que, aunque la pregunta aún no había sido realizada, la respuesta ya estaba escrita en la pizarra.

Lankester denunció a Slade ante un juzgado, acusándole de "delincuente común". El juicio alcanzó gran resonancia en la sociedad británica, y se consideró un enfrentamiento entre los dos padres de la teoría de la evolución, Darwin y Wallace.

El primero de ellos contribuyó a los gastos del juicio aportando dinero a Lankester, y Wallace se personó en el juicio como testigo favorable a Slade, al que consideraba un hombre tan honrado como cualquier investigador. Wallace era un fervoroso creyente y en cierta ocasión provoco cierto escándalo al permitir la lectura de un trabajo sobre transmisión a distancia del pensamiento en una importante reunión científica.

Durante el juicio, Slade declaró que ignoraba como había llegado el texto a la pizarra, y un famoso mago mostró varías formas en las que aquello pudo ocurrir. Pero el juez desestimó todo lo que consideraba exhibición circense y juzgó y condenó a Slade basándose en una ley que condenaba la lectura de manos y otros medios de adivinación.

Slade no fue a la cárcel, durante una revisión del caso por motivos técnicas, huyó a Europa, donde continuó su lucrativa actividad, aunque las sospechas nunca le abandonaron y su descrédito creció hasta que acabó solo y olvidado.

Lankester sostenía que las supercherías de los charlatanes nunca podrían engañar a un científico preparado como él. Lamentablemente, el propio Lankester fue un ejemplo de lo contrario. Él fue una de las víctimas más notables del fraude del "Hombre de Piltdown", cuyas implicaciones parecían apoyar sus más queridas creencias.

Respuestas e historias.

Aquellos a quienes la ciencia contradice o no se sienten colmados si no es mediante una respuesta última a cada pregunta suelen alegar a propósito de algunos temas en controversia que la ciencia no tiene explicación para ello. Es una variante del argumento de
"la Ciencia no lo sabe todo".

Algunos ejemplos son la aparición de la vida a partir de la materia inorgánica, la aparición de la reproducción sexual y otras cuestiones de ese tipo. Se pretende negar, en el caso de la Teoría de la Evolución, toda validez a partir de una cuestión pendiente. El sentido en que se objeta este tipo de dificultad es el de oponer a una teoría científica con lagunas, una teológica, filosófica o pseudocientífica completa, con todas las respuestas.

Es evidente que hay trampa en este recurso. A la ciencia se le exige una respuesta que cumpla todos los requisitos propios del método, mientras que ellos se permiten respuestas con criterios laxos. No parecen entender que se debe escoger un solo criterio para compararlas.

Con el criterio científico, aquellas respuestas especulativas han de ser descartadas necesariamente y la cuestión sería la que desde el ámbito científico se plantea: todavía no existe una respuesta.

En cambio, si se usa el criterio laxo que se permiten los oponentes de campos extracientíficos la situación es muy curiosa. Resultaría que todos hemos encontrado por fin la respuesta, religiosos, filósofos, defensores de pseudociencias y... científicos. En realidad nos encontrariamos con una superproducción de respuestas, todas acabadas, perfectas y, para que no falte donde elegir, contradictorias entre sí. Si a alguien le parece insatisfactoria semejante situación quizá se pregunte si no debiera establecerse un criterio objetivo que permita discernir entre tanta respuesta. En ese caso, sea bienvenido al mundo del método científico.

Decía que en el caso de renunciar a los criterios rígidos del método científico, los propios científicos tendrían respuestas. Me explico.

Pongamos el caso de la aparición de la vida. Las explicaciones extra científicas sobre esta cuestión son historias más o menos consistentes que dan cuenta de ello mediante recursos narrativos que hacen encajar todas las piezas forzandolas lógicamente sin referencia empírica directa. Las mejores de ellas carecen de contradicciones internas y tratan de conciliar el mundo directamente sensible con sus explicaciones de manera más o menos afortunada.

Pero resulta que los científicos también tienen sus propias historias, aquellas que ellos llaman hipótesis y que, de verse libres de la referencia empírica directa se convertirían en las más sólidas, consistentes y poderosas de entre todas las existentes.

La Sopa Primordial de Oparin y sus coacervados, el Polímero Primordial de John Bernal, el Mundo de los ARN o el de los análogos derivados del glicerol pueden dar cuenta del origen de la vida de manera mucho más convincente que los seres sobrenaturales, las razas extraterrestres o las fuerzas vitales.

Puestos a escoger, tenemos la hipótesis de Kauffman. Afirma este científico que los modelos informáticos con los que ha trabajado muestran que cualquier sistema con suficientes componentes e interacciones tenderá espontáneamente hacia un estado de organizada complejidad con propiedades emergentes. Según esta idea, la vida y la propia química orgánica, pudieran ser una consecuencia de reglas matemáticas universales que gobiernan el comportamiento de todos los sistemas complejos,al margen de cuales fueran sus componentes. Tengamos en cuenta que la única objeción que se le puede hacer a esta idea es que, como dijo Maynard-Smith, se trata de ciencia sin hechos, modelos matemáticos que no se basan en hechos verificables, exactamente igual que las historías extra científicas, pero de plena procedencia científica.

Si bastara con una historia plausible, las científicas son las más competentes en ese sentido, dando respuesta a cualquier interrogante. Cairns-Smith propuso una hipótesis que tiene la virtud de enlazar con la teoría de la evolución de una manera elegante y simple, planteó que los precursores de la vida fueron cristales microscópicos de arcilla que se reprodujeron siguiendo el proceso habitual de crecimiento de los cristales. La mayoría de los cristales están configurados por patrones de dislocación siguiendo la estructura ordenada de sus átomos, muchas de las cuales se extienden al crecer el cristal. Si el cristal se rompe, cada fragmento puede “heredar” la estructura, incluso con pequeñas modificaciones, tal y como ocurre con los genes. Si esta hipótesis no es presentada como una teoría o modelo científico es debido a que no hay evidencia empírica que la apoye. Suprimamos esa exigencia y ya tenemos respuestas desde “el bando” científico con una solidez mayor que las de las “historias” habituales.

Las exigencias de rigor metodológico en la Ciencia no se deben a una incapacidad de sus practicantes para imaginar respuestas, esa es una necesidad muy deseable en la contrucción de hipótesis. Esas exigencias se deben a que son la mejor forma descubierta hasta ahora para discerinir entre verdaderas respuestas y simples historias.

Antecesores nobles

Una de las páginas más recomendables de cuantas conozco es, desde mi punto de vista, Magonia De hecho, es una de las blogs que vinculo en la sección de enlaces. A Gamez lo leo desde los tiempos de LAR, el heroico boletín de ARP , y en numerosas ocasiones he citado algún artículo suyo.Siguiendo con esa sana constumbre, leí hace unos días este artículosuyo en su blog. Tras la lectura del artículo, añadí un comentario mostrándome de acuerdo con su sentido general, que hacía hincapié en la igualdad de los hombres, pero dudando de algunas afirmaciones que ya antes había escuchado, basadas en un libro del biólogo Steve Jones. Algunos comentaristas del artículo, aunque no el propio Gamez, se refieren a mis comentarios como simples “detallitos” que desvirtuan el sentido del artículo.

Se trata de la llamada Paradoja de los Antecesores Infinitos. Básicamente consiste en calcular el número de personas que debieron existir para que cualquiera de nosotros esté hoy aquí sobre la base de dos antecesores diferentes en cada generación para cada una de las personas que engendran a la de la siguiente. Con respecto al principe de Asturias, Don Felipe de Borbón, y remontandolo hasta el pintor Velázquez, emparentado al parecer con el principe, sería algo así, en palabras del mismo Gamez:

“Él y el Príncipe están separados por unas trece generaciones, si presuponemos una media de veinticinco años por generación. Viajemos hacia atrás en el tiempo: la primera generación de antepasados de Felipe de Borbón está compuesta por dos personas, sus padres; la segunda, por cuatro, sus abuelos; la tercera, por ocho, sus bisabuelos; la cuarta, por dieciséis, sus tatarabuelos... y la decimotercera, ¡por 8.192 personas! Lo mismo vale para la novia, para usted y para mí. Multipliquen los 40 millones de españoles que somos por 8.192 ancestros por cabeza hacia 1660 y les dará una cantidad astronómica: 327.680 millones de personas, tres veces el número de estrellas de la Vía Láctea. Pero ¿hubo alguna vez tanta gente en España? No, claro. Y, entonces, ¿cómo es posible que tengamos tantos antepasados por cabeza? La razón es muy simple, los árboles genealógicos no son exclusivos de cada uno, se van fusionando según viajamos hacia atrás en el tiempo: los de mis hermanos y el mío se juntan en mis padres; con mis primos me junto en parte en mis abuelos; y así poco a poco hasta los primeros ejemplares de nuestra especie.”

Si remontamos del mismo modo para una sola persona actualmente viva aún más tiempo atrás, el número necesario de antecesores para esa sola persona es enorme. La explicación de Gamez me parece básicamente correcta, pero se usa para afirmar que la esposa de Don Felipe, Doña Leticia Ortiz, comparte con su esposo necesariamente algunos de los ancestros de la época de Velazquez y posteriores, o que al menos tiene entre ellos algún noble. Y que eso mismo es cierto para cada uno de nosotros, al menos a grandes rasgos. En el artículo se cita un párrafo del libro de Jones que ilustra esto de una manera más viva:

"Incluso una excursión corta aguas arriba constituye casi la garantía de sacar a la luz un antepasado magnífico. Más o menos todos los del mundo occidental son descencientes del emperador Nerón, bastantes menos de Guillermo el Conquistador, y sólo unos pocos cientos de miles de George Washington".

Esto me parece cierto si nos remontamos suficientemente atrás en el tiempo, hasta épocas prehistóricas, y aún más cierto en el caso de los primeros representantes de nuestra especie, pero me parece arriesgado afirmarlo para tiempos históricos relativamente recientes. Y mucho más cuando se afirma que “Decir que la novia de Felipe de Borbón no tiene ningún antepasado noble es una real bobada. Todos los tenemos, como todos tenemos antepasados despreciables. Un montón de españoles podría presumir de estar conectado con Velázquez y algunos más con Alfonso X, pero sólo lo hacen quienes dan la suficiente importancia a sus ancestros como para guardar registros de ellos.”

Un montón de españoles si, pero es una afirmación trivial si se refiere a que el arbol de descendientes de Velazquez o de Alfonso X ha abierto sus ramas con el tiempo. Pero no si afirma que todos o la mayoría de nosotros o un número significativo, estamos emparentados de manera necesaria con estos hombres. Y puede que Leticia tenga antepasados nobles, pero no me parece algo seguro como afirma el artículo.

Los nobles practican la endogamia, se reproducen entre ellos mismos, y, aunque tengan bastardos, no suele ser con aldeanas o similares, antes bien con cortesanas o con miembros destacados de la sociedad que por alguna razón acceden al entorno del noble. Y esos bastardos suelen integrarse en niveles altos de la sociedad. Y no me parece que la existencia de bastardos de la nobleza alcance para justificar la generalización a la mayoría de la sociedad.

En los pueblos ocurre algo similar, la endogamia es inevitable, siendo posible afirmar que casi todos los habitantes de ellos se remontan a antecesores emparentados, y lo mismo es válido para niveles comarcales, aunuqe en menor medida. Sin embargo, eso no autoriza a generalizarlo afirmando que no solo es cierto intra comunidades, sino que existe el mismo fenómeno inter comunidades. Que exista endogamia no significa que todos los hombres esten emparentados. Solo que los procedentes de determinada zona lo estan. Y en la medida en que esa zona se amplía, las posibilidades decrecen. Y creo que es todavia más cierto si nos referimos a los descendientes de personas de otros países, como Nerón, o Guillermo el conquistador.

Con la sociedad urbana, las nuevas realidades sociales sin clases definidas y el fenómeno de la emigración, se está dando una nueva mezcla de “sangres”, pero es un fenómeno demasiado reciente para justificar una afirmación semejante a la realizada en el artículo.

Repito mi admiración por Gamez y quiero dejar constancia de que soy consciente de la posibilidad de estar equivocado, sobre todo cuando contradigo a personas como Gamez y Jones y solo me baso en una reflexión acerca de lo leído. También quiero recalcar que los comentaristas a los que me refiero no cuestionan, hasta este momento, el que mis argumentos sean ciertos, sino la trascendencia de los mismos para lo que en el artículo se afirma.

No se´si hago bien en traer estas cuestiones aquí, pero me pareció mejor que seguir abusando de la posibilidad de hacer comentarios en una blog ajena enredandome en una discusión que tal vez solo a mí interesa.

Prospectiva:adivinando el futuro.

La prospectiva es una disciplina que pretende estudiar el futuro. Se aplica en diversas actividades, sociología, empresa y negocios, tecnología, etc.

En sus inicios, la prospectiva aspiraba a adivinar el futuro en el pleno sentido de la frase. Se pensaba que el futuro solo es uno. Lo cual concede realidad ontológica a lo que está por venir. Se estimaba que los acontecimientos futuros eran necesarios, conectados por leyes de desarrollo con el presente y el pasado. Había que descubrir esas leyes y el futuro se abriría ante nuestros ojos. Dadas las condiciones presentes X y las leyes que rigen la evolución social, económica, psicológica…, el futuro será de determinada manera.

Actualmente la prospectiva se inclina por la definición de lo que llaman “escenarios futuros posibles”. Aunque es evidente que se precisan características predictivas, se pone el énfasis en la actuación para forzar un escenario concreto, supuestamente deseable.

Sinceramente, no se si en la década de los sesenta del siglo XX, algún prospectivita hubiera sido capaz de anticipar un gobierno socialista en España, el gusto mayoritario de las audiencias televisivas por espectáculos como Gran Hermano o el masivo uso del teléfono celular o móvil.

Radioactividad natural

El conocimiento de la radioactividad y sus efectos ha sido desarrollado en el siglo XX, y sus aspectos más perjudiciales han calado en la opinión pública tras las bombas atómicas lanzadas durante la Segunda Guerra Mundial, las tensiones de la Guerra Fría y sus amenazas de holocaustos nucleares y el desarrollo de la energía atómica y las centrales nucleares. Todo esto ha llevado a muchas personas a considerar que la radioactividad es un invento humano o, al menos, que su presencia es muy reciente entre nosotros. La realidad es que el ser humano se ha desarrollado en un entorno radioactivo natural. Su presencia en el mundo es tan antigua como el mismo mundo y desde que el hombre apareció, se ve expuesto a sus efectos.

Una primera fuente de radioactividad natural son los rayos cósmicos. Es aquella que se origina en el espacio exterior; está constituida por protones y partículas alfa de energía muy elevada. Gran parte de estos rayos atraviesan nuestros cuerpos. Al pasar a través de la atmósfera interactúa con elementos presentes en ésta, y como consecuencia de esta interacción se origina radiación gamma, electrones, neutrones, mesones y otras partículas energéticas. Estas partículas permanecen largo tiempo en la atmósfera, pero hay otras fuentes para la radioactividad en la atmósfera. Otra parte, muy importante, procede de la corteza terrestre, en forma de gas, principalmente, isótopos del radón. También las erupciones volcánicas incorporan materiales radioactivos a la atmósfera que pueden extenderse más o menos según las condiciones atmosféricas imperantes. Todos estos gases se desintegran en otros elementos, también radioactivos con frecuencia.

En la corteza terrestre se haya elementos radioactivos distribuidos con bastante uniformidad. El uranio, que está presente en el granito y el basalto, es mucho más abundante que el oro, la plata o el mercurio. También el torio tiene una presencia importante en la corteza, en las rocas graníticas.

La radiación interna proviene de las sustancias radiactivas presentes en los alimentos, en el agua y en el aire, las cuales, al ser ingeridas o inhaladas, se absorben en los tejidos vivos. Los principales isótopos radiactivos que contiene el cuerpo humano son el potasio-40, el carbono-14 , pero también pueden encontrarse cantidades menores de algunos elementos pesados como el radio, el plomo o el uranio.

La actividad radioactiva de un cuerpo es el número de desintegraciones por segundo en sus átomo, y se mide en Becquereles. Algunos ejemplos:

Un litro de agua: 60 Bq aprox.
Un niño de 5 años: 600 Bq .
Un adulto de 70 Kg: 10.000 Bq
Una tonelada de granito: 7 a 8 millones de Bq .
Un gramo de radio: 37.000 millones de Bq.

Nuestras casas están construidas con materiales que contienen elementos radioactivos en mayor o menor proporción. A través de la historia, el hombre ha incrementado el tiempo que pasa en el interior de las casas, que se aislan para evitar cambios de temperatura, con lo cual la concentración de radón crece, radón que procede del suelo y rocas sobre las cuales está construida la vivienda, en el agua, en el gas doméstico y los materiales de construcción, que se desintegra en nuestros pulmones y otros órganos, con subproductos que se fijan a membranas y tejidos.

Es posible que sea más segura una zona próxima a una central nuclear que otra con mucha radioactividad natural.

Deberes para casa.

George B. Dantzig es un matemático norteamericano considerado el padre de la Programación Lineal e inventor del método Simplex. Es licenciado en Matemáticas y Física por la Universidad de Maryland, Master en Matemáticas por la Universidad de Michigan y Doctor en Matemáticas por la Universidad de Berkeley. Ha obtenido diversos galardones como la Medalla Nacional de Matemáticas o el premio "Von Newman Theory". En su honor, el IFORMS norteamericano instituyo el premio "George B. Dantzig"

Pero Dantzig entró en el mito cuando era un estudiante en Berkeley, con una anécdota que recuerda a lo que cuenta la película "El indomable Will Hunting".

El propio Dantzig lo cuenta así:

"Durante mi primer año en Berkeley llegué tarde a una clase del profesor Jerzi Neyman. En la pizarra había dos problemas escritos que yo supuse que eran deberes para casa. Los copié. Unos días más tarde fui a pedir perdón a Neyman por haber tardado tanto, pero que esos problemas me habían parecido más difíciles de resolver de lo habitual. Le pregunté si todavía los quería. Me respondió que los dejara sobre su escritorio y yo así lo hice, aunque con ciertas dudas, pues sobre su mesa había tal número de papeles que temí que mi trabajo se perdiera entre ellos para siempre. Unas seis semanas después, una mañana de domingo, más o menos sobre las ocho de la mañana, unos golpes en la puerta nos despertaron a Anne y a mí. Era Neyman. Entró como una tromba con unos papeles en la mano, muy nervioso: "Acabo de escribir una introducción para uno de sus trabajos. Léala para que pueda mandarla a publicar inmediatamente". Durante un instante, no supe de que me estaba hablando. En resumidas cuentas, los problemas que había en la pizarra, y que yo había resuelto creyéndolos deberes para casa, eran en realidad dos famosos problemas de estadística que nadie había resuelto. Hasta entonces no tenía ni idea de que eran algo especial."

Einstein y "todo es relativo"

Muchos se escudan en Einstein y su más famosa teoría para defender que "todo es relativo". Pero no es eso lo que dice la teoría de la relatividad, que, por el contrario, aborda los aspectos de la realidad que no cambian en función del observador.

En realidad se puede entender como la afirmación de que las leyes de la naturaleza explican mejor la realidad que la mera descripción de los fenómenos, porque mientras estos dependen de la posición del observador, las primeras son universales.

Un famoso ejemplo es aquel del tren en marcha en el que un pasajero deja caer un objeto. El fenómeno parece distinto para el pasajero, que lo describirá como la caída libre y en trayectoria vertical del objeto hasta el suelo del tren; y la de un observador que permanece de pie en el andén y ve el fenómeno desde allí, en cuyo caso dirá que el objeto avanza a la misma velocidad del tren mientras cae, trazando una trayectoria parabólica.

Sin embargo, según la Teoría de la Relatividad, si ambas personas realizan los experimentos necesarios y la investigación pertinente, llegarán exactamente a las mismas leyes para describir el fenómeno. Mientras que los fenómenos son percibidos de distinta manera dependiendo de la posición del observador, la ley que los hace producirse no cambia.

Los fenómenos son relativos, las leyes fijas, de ahí se desprende una necesidad mayor de investigación científica y la desconfianza de la mera descripción. Por el contrario, aquellos del "todo es relativo", pretenden que la ciencia "solo" es una descripción mas del mundo, tan válida como la mágica o la religiosa. Habrá que decir algo más del relativismo otro día.

LA NAVAJA DE OCCAM

LA NAVAJA DE OCCAM

"Entia non sunt multiplicanda sine necesitate", los entes no deben multiplicarse sin necesidad, no expliques por lo más lo que puedas explicar por lo menos, es soberbia hacer con más lo que se puede hacer con menos o, en términos más actuales, de las explicaciones posibles la más simple es la correcta.

Estas son algunas de las expresiones que se refieren a la "Navaja de Occam" o Principio de Parsimonia. A propósito del cual mucho se ha discutido, en concreto sobre si se trata de un principio filosófico prudente o de un instrumento metodológico, si se trata de una guía para formar hipótesis o de si tiene algún valor como criterio epistemológico por sí mismo.

Desde luego, mucho se ha abusado de su aplicación, llegando a dar por verdadero un enunciado por el simple hecho de ser más sencillo que su antagonista, como si en una controversia solo dos alternativas fueran posibles necesariamente.

Sin embargo, es indudable que a lo largo de la historia ha demostrado su poder metodológico. Se suele dar como ejemplo el caso del flogisto, un ente invocado por los alquimistas para explicar la perdida de peso de las sustancias al arder, suponiendo que en el humo, el flogisto, una especie de alma, escapaba. Como en el caso de los metales lo que ocurre es que ganan peso con al combustión, se suponía que el flogisto, en esas sustancias, tenía un peso negativo y al liberarse, consecuentemente el resto aumentaba su peso. Lavoisier, el padre de la química, aceptó los resultados de los experimentos, pero no la explicación y propuso un modelo que definía toda combustión como una oxidación, el humo como bióxido de carbono, y que en el caso de los metales se produce un óxido metálico que pesa más que el metal puro. Naturalmente, puede imaginarse una hipótesis más sencilla o al menos tan sencilla como al de Lavoisier que sea contradictoria con ella, o que simplemente, sea distinta. En este caso, la simple aplicación del principio de parsimonia no nos proporciona un método de contrastación, que siempre se remite a la prueba o experimento empírico, pero es que se dice que la navaja es un pilar del método científico, no que constituya el propio método científico.

En términos filosóficos, el Principio de Parsimonia, otro nombre con el que se conoce la Navaja, exige, al que lo aplica, que considere únicamente aquellas entidades de las que tiene un conocimiento intuitivo y después, aquellas cuya existencia se deduzca necesariamente de las que conocemos de modo intuitivo. Esto significa que aquello que no puedo ver, no existe para la ciencia, a no ser que se siga necesariamente de lo que estoy viendo.

En términos científicos consiste en explicar un mismo fenómeno con un modelo más simple o, mediante un modelo igualmente complejo, un conjunto más amplio de fenómenos. Desde la perspectiva del criterio de falsación popperiano, tan preeminente hoy en día en la Filosofía de la Ciencia, la hipótesis que explica lo mismo con mayor simplicidad o que con la misma explica un mayor número de fenómenos es más susceptible de ser falsada y, por tanto, de mayor contenido científico.

8 ó 11.¿Cuantos planetas hay en el sistema solar?

Si el descubrimiento de Quaoar ya desencadenó la tormenta de la estructura del Sistema Solar entre la IUA IUA (Unión Astronómica Internacional) y un número cada vez mayor de astrónomos y científicos planetarios, el de Sedna amenaza rayos y centellas.

En este momento, y a la espera de una decisión de la IUA acerca del estatuto definitivo de los dos últimos objetos descubiertos, la estructura del Sistema Solar es esta: 9 planetas, un cinturón de asteroides entre las órbitas de Marte y Júpiter y otro entre las de Saturno y Urano, este último heredero del antiguo “objeto extraño” Quirón.

El principal motivo de desacuerdo entre la IUA y aquel grupo de científicos es el estatuto de Plutón. En el mejor de los casos, para los “disidentes”, Plutón es un planeta doble, junto al oficialmente considerado su satélite Caronte. La mayor relación de masas que existía entre un planeta y sus lunas era la de la Tierra-Luna (aproximadamente 1 a 80. Harían falta 80 Lunas para formar un planeta Tierra). Para el resto de los planetas, la totalidad de las masas de sus lunas no alcanzan ni la milésima parte de su masa. Al descubrir Caronte y determinar su masa se encontró la extraordinaria relación de 1 a 10 (harían falta 10 Caronte para formar un Plutón). Esta circunstancia comenzó a fraguar la condición de planeta doble para el conjunto Plutón-Caronte.

Pero estos científicos cuestionan el carácter de planeta de ambos cuerpos. Los argumentos principales para ello son que la órbita de Plutón es muy inclinada, lo cual parece ir en contra de que Plutón se formara en el mismo proceso que el resto del sistema y a favor de ser una “captura gravitatoria” de un asteroide, por parte del Sol, que la composición de Plutón se asemeja mucho a los cuerpos helados encontrados en el Cinturón Kuiper-Edgeworth y que el desplazamiento de Plutón se encuentra en resonancia con el planeta Neptuno. Esto quiere decir que se encuentra afectado por la influencia gravitatoria del planeta. De repente, se empezó a hablar de Plutón y Caronte como de Objetos Transneptunianos o de Objetos del Cinturón Kuiper. Sin embargo, la IUA sigue asignando a Plutón el estatuto de planeta.

Sedna y Quaoar tienen un tamaño importante y según parece su composición es bastante similar a la de Plutón. La IUA se refiere a ellos como objetos planetoides. ¿Decidirá la IUA que el Sistema Solar tiene 8 planetas, despojando a Plutón de su condición actual, o serán 11 los planetas reconocidos?
En cualquier caso, el problema puede agravarse, nuevos telescopios, dotados de nuevas tecnologías y mayor tamaño, anuncian la posibilidad de nuevos descubrimientos, algo a lo que ya dedican sus esfuerzos numerosos grupos de trabajo.

El argumento de autoridad.

El argumento de autoridad consiste en proclamar una tesis como verdadera porque alguien con autoridad moral o intelectual la apoya o comparte.
Siempre que un debate se cita la opinión de una autoridad o de un experto, inmediatamente la otra parte invalida el argumento hablando de él como una de las falacias lógicas.
Bueno, esto es cierto, especialmente en las ciencias positivas, pero conviene hacer unos matices.
A menudo tenemos que confiar en otros para informarnos, para averiguar datos que no podemos obtener por nosotros mismos. No podemos probar objetos de consumo por nosotros mismos para determinar cual es el mejor. Ni sabemos como transcurrió la batalla de Waterloo por nuestros medios, y sabemos de las torturas en Irak por medio de otras personas. Pero aunque no tenemos otras maneras de conocer que las informaciones ajenas en algunas cuestiones, no todas las fuentes son de fiar. Es necesario algún tipo de criterio que las fuentes deben satisfacer.
Las fuentes deben ser citadas específicamente, no como generalidad, por ejemplo, nombrando a “los expertos” y debe incluirse una referencia que facilite la consulta directa por la otra parte.
Las fuentes deben ser competentes en el tema en cuestión. Einstein es un experto en ciertos temas de la Física, no en política o en pintura. Además, debemos considerar que nuestro modelo de persona informada en una cuestión puede no serlo en realidad, o serlo en menor medida que otros.
Es muy importante que la fuente citada sea imparcial. Un preso acusado de un crimen es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad, pero sus alegatos de inocencia deben ser sospechosos como prueba. Las alabanzas de una empresa hacia un producto fabricado en sus fábricas no son exactamente imparciales.
Algunas autoridades pretenden saber lo que es difícil que sepan. Algunos reportajes periodísticos están escritos como si el autor hubiera estado presente en ciertas conversaciones a las que no es posible que acudieran. Y las autoridades religiosas alegan que algo es contrario la voluntad de Dios, arrogándose un conocimiento dudoso.
Uno de los aspectos que le hacen un argumento falaz es el ocultamiento o la negación de opiniones contrarias de personas igualmente expertas. Cuando los propios expertos no están de acuerdo, no se puede confiar en ninguno de ellos. Esto es especialmente cierto en algunas cuestiones filosóficas. Kant y Hegel no están de acuerdo en casi nada. Ni Aristóteles está de acuerdo con Platón. Se pueden usar sus argumentos, pero citarlos como argumentos de autoridad no sirve de nada.
Por el contrario, la unanimidad entre los expertos dota de racionalidad ese argumento. Y precisamente aquel campo en el que los expertos pueden estar de acuerdo es el de los hechos empíricos. Un experimento se produjo o no se produjo. Una observación está documentada o no lo está.
Seguirá otro día…

Protágoras y el cristal con que se mira.

Decía Protágoras de Abdera que el hombre es la medida de todas las cosas. Aunque se le han dado diversos sentidos a esta frase, el propio Protágoras la usaba para mantener que no existían valores universales, que todo dependía de la valoración de cada persona. Todo tiene al menos dos caras o perspectivas. Séneca escribió a Lucilio sobre la doctrina de Protágoras: “dice que sobre toda cuestión se puede disputar desde dos puntos de vista y con la misma fuerza, incluso sobre esta cuestión misma de si todo puede ser discutido desde dos puntos de vista."

Se cuenta una historía que se dice protagonizada por el mismo Protágoras y que se conoce como La Paradoja de Protágoras. Más o menos es así:

Euatlo era un joven sin recursos económicos que deseaba estudiar con Protágoras con la idea de dedicarse a la abogacía. Protágoras, que apreciaba la inteligencia del joven, le propuso que asistiera a sus clases y que una vez ganara su primer pleito ejerciendo de abogado, le abonara sus honorarios. El joven estuvo de acuerdo en el arreglo.

Euatlo, efectivamente, asistió a todas las lecciones pero, cuando acabó su formación, anunció que finalmente no se iba a dedicar a la abogacía, sino a la política, y que, por tanto, no estaba en obligación de pagar sus honorarios, pues jamás ganaría un pleito. Protágoras amenazó al estudiante con un pleito y el joven argumentó:

«Si vamos a juicio, Protágoras, y yo gano, por este mandamiento judicial, no te tendré que pagar; si pierdo, dado que aún no habré ganado mi primer pleito, y esta era nuestra condición, tampoco tendré que pagar. Así, pues, Protágoras, no te conviene ir a juicio: seguro que lo perderás.»

A lo que Protágoras replicó:

«Si vamos a juicio, Euatlo, y yo gano, por este mandamiento judicial, me habrás de pagar; si pierdo, tú habrás ganado tu primer pleito y por razón de nuestro antiguo pacto, me habrás de pagar.»

¿Tiene alguna solución objetiva esta paradoja o Protágoras tiene razón, y el mundo es puro subjetivismo?

Porqué una caída desde 200 mts tiene las mismas consecuencias que desde 2.000 mts.

Una persona (u otro objeto) que cae está sometido a dos fuerzas, la de la gravedad, que equivale al peso,y la de rozamiento, que es la resistencia que opone el aire.Dentro de ciertos límites de altura, el peso se mantiene constante, pero el rozamiento, o fuerza de frenado que imprime el aire, aumenta con la velocidad. Con lo que la fuerza neta, la que es resultado de la diferencia entre la de atracción y la de frenada, es cada vez más pequeña. Cuando ambas se igualan, la velocidad de caída ya no aumenta.Se dice entonces que el objeto alcanzó su velocidad terminal. Desde un altura de 200 metros se alcanza la velocidad terminal, así que caer de más altura no constituye ninguna diferencia.

Donald Wright y los fantasmas

Hoy publica un blog llamado Recopilatorio de un Gabo un pequeño resumen del famoso artículo de Donald Wright en el que, sobre la base de las pretendidas habilidades y limitaciones de interacción con el mundo físico por parte de los fantasmas, analizaba cuales deberían ser sus cualidades físicas. Se trataba de un mero divertimento mental en el que Wright trataba de mostrar la imposibilidad de que esos “entes” pudieran ser vistos por tanta gente.

En el blog anteriormente citado, como en esta otra página ,parecen pensar que Wright analiza en serio algún fantasma y que sus resultados ¡ confirman los testimonios!.

De la pretendida facultad de atravesar paredes, deducía Wrigt su peso y densidad, y llegaba a la conclusión de que no podían ser vistos flotando tranquilamente en la oscuridad, pues para verlos necesitamos una luz, por tenue que sea, y esa luz, como es bien sabido, efectúa una presion sobre el objeto iluminado, lo cual, dada la masa del fantasma, bastaría para comunicarles un impulso que los lanzaría fuera de nuestra vista. Según estas dos páginas, esto concuerda con los testimonios sobre fantasmas. Bueno, es posible, si se refiere a los testimonios que dicen que jamas han visto a un fantasma, pues contradice a quienes dicen haberlos visto.

Otra consecuncia que extraía Wright del cálculo de la casi inexistente masa de los fantasmas, inferior a la de un electrón, es que la energía de una palabra bastaría para comunicarle una velocidad cercana a la de la luz, lo cual lo alejaría en poco tiempo de nuestro Sistema Solar. Un solo ruido en un caserón abandonado bastaría para expulsar al fantasma de alli. Lo mismo cabe decir de la temperatura, añadía Wright, pues también el calor comunicaría velocidades cercanas a la de la luz a un ser de esas características. Por ejemplo, una temperatura de 20º centígrados lanzaría al fantasma a una velocidad de un 70% de la velocidad de la luz. Las conclusiones de Wright ponian en duda el que nadie haya visto jamás un ser de esas características. Con respecto a la temperatura necesaria para que algo así fuera posible, se necesitaria alcanzar casi el cero absoluto, -273º centígrados. Algo que no es posible encontrar en circunstancias normales en la Tierra.

No comprendo como esas páginas creen que este artículo puede beneficiar de alguna manera a quienes defienden la existencia de los fantasmas.

¿Derechos inalienables?

Una característica de ciertos derechos fundamentales se refiere a que son inalienables. Quiero esto decir que no solo no pueden ser legítimamente negados a una persona, sino que además, la propia persona no puede renunciar a ellos.

Un ejemplo es el del derecho a la libertad, considerado un derecho inalienable. Nadie puede renunciar a este derecho y convertirse voluntariamente en esclavo de otro hombre.

Se da un curioso conflicto con esto, que afecta a dos de los derechos inalienables, el de la vida y el de la libertad. Conocemos casos de personas que han preferido morir, quitándose la vida o dejándose matar, antes que ser convertidas en esclavos. Y también el caso de personas que han tenido que caer en la esclavitud, si es que han deseado conservar sus vidas.

Puesto que ambos derechos son fundamentales, y ambos inalienables, y ante la necesidad de escoger entre uno de los dos, ¿obra mejor quien escoge vivir, aún en esclavitud, o quien decide no vivir en esclavitud, aunque tenga que perder la vida?.

El DIlema de Epicuro

Otro dilema referido a Dios es el llamado de Epicuro.

Consiste en, ante el sufrimiento del mundo, aquel que no es obra directa o consecuencia de la obra del hombre, si no que se debe al propio diseño del mundo, plantear lo siguiente:

1. Si Dios no puede evitar ese mal, no es omnipotente,

2. Si Dios no quiere evitarlo, no es bueno.

Dios y la ética:El dilema de Platón.

El Dilema de Platón no se refiere a la existencia de Dios, sino a la coherencia lógica de algunas afirmaciones sobre Él. Empieza con tres proposiciones aparentemente ciertas y compatibles para el cristiano:

1. Dios es bueno.
2. Dios quiere que hagamos el bien.
3. Dios es la base de la ética (o de la moral).

Las 2 primeras proposiciones son evidentemente ciertas para las religiones cristianas, y la tercera también lo es, pero de forma menos obvia. Pero, haciendo un razonamiento simple, encontramos una contradicción entre 1 y 3. Si Dios es bueno, es porque las cosas que son buenas lo son independientemente de Dios. Si no fuese así, Dios decidiría lo que es bueno y malo, y estaría por encima de lo bueno y de lo malo y, por tanto, no sería posible clasificarlo dentro de alguno de estas categorías. Por tanto, si Dios decide lo que es bueno y malo no puede ser considerado bueno.
Si Dios es bueno, no puede decidir lo que es bueno o no. Hará cosas buenas o no las hará, pero no decidirá que es bueno o que no lo es.

Se suele alegar que Dios, por su naturaleza, no puede ser malo, solo puede ser bueno. Pero hablar de cualquier cualidad de la naturaleza divina es hablar de las causas o las explicaciones de la inclinación de Dios a ser bueno, pero no del hecho de cómo se juzga que Dios es bueno. Dios hará cosas buenas o no hará cosa malas DEBIDO a tal o cual cualidad de su naturaleza, pero esto no explica porqué lo que hace se puede llamar bueno o lo que deja de hacer se llama malo. Hablar de la bondad de Dios es colocarlo "dentro" del sistema de referencia que permite juzgar la bondad o la maldad. En realidad, es decir que las cosas o las acciones son buenas o malas debido a la propia naturaleza de las cosas o las acciones y que podemos decir que Dios es bueno o malo porque podemos comparar sus acciones con la definición de acción mala y de acción buena.

Sin embargo, el punto tres dice que Dios es la base de la ética o de la moral. Esto, según el Dilema, es contradictorio con lo anterior. Porque decir que Dios es la base de la moral significa dejarlo fuera del sistema, que nace de Él o a partir de Él, haciendo que las acciones malas o buenas lo sean en función de su voluntad o de su sapiencia o de cualquier otra circunstancia diferente de la naturaleza propia de esas acciones. Esto nos deja sin referencia para juzgar si Dios es bueno o malo, pues la ética o la moral quedan por debajo de él, y no tiene sentido alguno decir que Dios es malo o bueno. También significa que lo que es bueno o es malo puede ser intercambiable, pues no dependen de su propia naturaleza o de sus consecuencias inmediatas, sino de la voluntad de Dios, que bien podría haber decidido, por ejemplo, que matar es bueno y que ayudar al prójimo es malo. Si se quiere negar esto, que matar sea bueno o que ayudar al prójimo sea malo, solo se puede desde la aceptación de que la moral es autónoma y que los actos son buenos o malos por sí mismos, o por el contrario, porqué esa es la voluntad de Dios, pero no de ambas formas aun tiempo, pues implican que las cosas son buenas por si mismas y que no lo son, pura contradicción.

Si no se resuelve este dilema, el creyente debe decidirse por una de las dos alternativas, o a Dios no se le puede llamar bueno o malo, o Él no es la base de la moral.

¿Razón contra intuición?

A menudo se intenta oponer al razonamiento argumentado, la observación o la prueba empírica, un tipo de saber adquirido por lo que se llama intuición.

La intuición se aplica a varios ámbitos, ética, estética, etc. Pero me refiero en este artículo a su vertiente cognitiva.

Desde ese aspecto una intuición es una percepción de una verdad de manera instantánea y, sobre todo, inmediata, sin mediación de razonamiento consciente. Ciertos filósofos y con ellos muchas personas que defienden hipótesis extrañas o poco firmes, hacen de la intuición una capacidad de la mente diferente y autónoma del conocimiento sensible o de la razón. Otros, y con ellos la mayoría de los científicos, hablan más bien de construcciones e inferencias veloces y fragmentarias. En todo caso, la intuición se convierte en el cajón de sastre donde se colocan todos los mecanismos intelectuales que no se saben analizar o nombrar con precisión.

Sea como fuere, desde luego la intuición no puede ser un lugar de refugio desde el que toda hipótesis u opinión pueda reclamar tranquilamente su veracidad. Además, acerca de cualquier cuestión pueden darse diferentes opiniones, todas ellas basadas en intuiciones.

O eso se dice, pero se olvida un aspecto crucial de la intuición. Para que algo pueda ser llamado propiamente intuición, debe ser una verdad. Y ello solo puede establecerse posteriormente a su emisión. La veracidad de una afirmación no se concede por ser autónoma e inmediata, o reflexionada y argumentada. La veracidad es algo que se concede tras ser contrastada una determinada afirmación, se obtenga como se obtenga, y solo tras ello podrá decirse que algo ha sido una intuición, cuando se sabe que es cierto lo afirmado.

Por ello, cuando en los debates alguien alega que lo suyo es una intuición, no por ello queda exento de enfrentarse a la contrastación empírica o lógica, al contrario, precisa de ella para poder decir con propiedad que lo suyo fue una intuición, y no una simple conjetura irracional.