Ética del conocimiento.
El ser humano parece condenado a preguntarse por el mundo y por su lugar en el mismo. Se ha dicho que la Religión es un intento de dar sentido a esta inquietud. La Ciencia es otro modo de hacer lo mismo, otra respuesta a la misma pregunta.
La Religión, en general, asigna al hombre un lugar especial en el mundo y a este una subordinación al primero, al menos en el sentido de que sin el hombre, el mundo no tiene sentido. De ese lugar, del origen del hombre, de la causa de su existencia, se deriva para la visión religiosa un sentido para la acción del hombre. El hombre es responsable de su acción, debe responder de ella y de ahí la moral.
La Ciencia concibe la moral como una necesidad social, mucho más que una mera convención prescindible, pues la vida social proviene de la naturaleza del hombre, está inscrita en ella y la moral es inseparable de la vida social.
En cualquier caso, ambas visiones contemplan una dimensión ética en la acción del hombre.
En la búsqueda de conocimiento, en la tarea de buscar respuestas, el ser humano descubre leyes, principios y reglas que rigen el mismo conocimiento, definiendo a que se le puede llamar como tal y como lograrlo de la manera más efectiva. Descubre el error y muchas de sus fuentes. En ambas visiones, la verdad no es particular ni permanece en el ámbito íntimo, sino que sus consecuencias involucran a la humanidad entera. Ya no solo como mera acción personal, sino también por su trascendencia, ignorar las reglas del conocimiento es éticamente condenable.
La ciencia es una actividad éticamente deseable y su metodología busca la verdad, tiende a erradicar el error y condena y desecha la persistencia sistemática en él y, por supuesto, el fraude.
Negar el conocimiento obtenido de acuerdo al uso de las mejores metodologías para ello, o llamar a la renuncia de su búsqueda es condenable y pernicioso. La ciencia es una llamada a la honestidad intelectual y sean cuales sean sus conclusiones, nunca deben ser desechadas o condenadas si no es sobre la base de la mismas reglas que las alumbran.
La Religión, en general, asigna al hombre un lugar especial en el mundo y a este una subordinación al primero, al menos en el sentido de que sin el hombre, el mundo no tiene sentido. De ese lugar, del origen del hombre, de la causa de su existencia, se deriva para la visión religiosa un sentido para la acción del hombre. El hombre es responsable de su acción, debe responder de ella y de ahí la moral.
La Ciencia concibe la moral como una necesidad social, mucho más que una mera convención prescindible, pues la vida social proviene de la naturaleza del hombre, está inscrita en ella y la moral es inseparable de la vida social.
En cualquier caso, ambas visiones contemplan una dimensión ética en la acción del hombre.
En la búsqueda de conocimiento, en la tarea de buscar respuestas, el ser humano descubre leyes, principios y reglas que rigen el mismo conocimiento, definiendo a que se le puede llamar como tal y como lograrlo de la manera más efectiva. Descubre el error y muchas de sus fuentes. En ambas visiones, la verdad no es particular ni permanece en el ámbito íntimo, sino que sus consecuencias involucran a la humanidad entera. Ya no solo como mera acción personal, sino también por su trascendencia, ignorar las reglas del conocimiento es éticamente condenable.
La ciencia es una actividad éticamente deseable y su metodología busca la verdad, tiende a erradicar el error y condena y desecha la persistencia sistemática en él y, por supuesto, el fraude.
Negar el conocimiento obtenido de acuerdo al uso de las mejores metodologías para ello, o llamar a la renuncia de su búsqueda es condenable y pernicioso. La ciencia es una llamada a la honestidad intelectual y sean cuales sean sus conclusiones, nunca deben ser desechadas o condenadas si no es sobre la base de la mismas reglas que las alumbran.
4 comentarios
Ana Arteaga -
Crosby Glez. -
ana jimenez -
yanett polanco -