¿Podemos saber?
Existe un escepticismo radical del cual nacen el relativismo y el solipsismo. Se basa en la imposibilidad de demostración lógica de la existencia de un mundo exterior a la mente. Hay otro escepticismo que acepta la existencia de un mundo exterior pero cuestiona que se pueda obtener algún conocimiento fiable del mismo debido a que no lo aprehendemos directamente, sino por mediación de nuestros sentidos y con la participación de un proceso mental previo a la misma aprehensión y conversión en conocimiento.
Ambos escepticismos radicales tienen razón, no existe un proceso lógico que establezca de manera definitiva y segura que exista un mundo exterior ni podemos, en todo caso, obtener un conocimiento inmediato de él. Ni siquiera el "cogito ergo sum" cartesiano resiste un buen examen escéptico.
Pero del reconocimiento de estas dificultades no se sigue, como pretenden estos escépticos radicales ni los solipsistas y relativistas, la consecuencia lógica de que no exista un mundo exterior o que el conocimiento sobre el mismo sea imposible. De la misma manera que no existe un razonamiento lógico impecable y definitivo que establezca lo primero, tampoco existe para afirmar lo segundo. Y puesto que una de las dos alternativas, con los matices que se quieran, ha de ser correcta, debemos aceptar una y rechazar otra, no desde el simple momento en que se plantea la dificultad, pues como vemos no favorece ni a una ni a otra, sino que tendremos que estudiar nuestra misma mente, el mundo que representa y la relación entre ambos.
Es decir, no podemos demostrar, en el sentido lógico o matemático, que el mundo existe o que no existe, ni que podamos extraer conocimiento de él o que no podamos, pero, desde el momento en que cualquiera de esas proposiciones pretenden saber algo del mundo y la mente, aún siendo para negarlo, se establece que es posible conocer algo.
Naturalmente, nadie es realmente un escéptico radical. Quien discute contigo no cree realmente que este discutiendo con una proyección de su mente, y nadie en su sano juicio cree que puede dejar de alimentarse o beber sin morir, o que nada le ocurrirá si se para ante una locomotora lanzada a 250 kilómetros por hora. Lo que el escéptico radical pretende es cuestionar el conocimiento científico o al menos alguna de sus afirmaciones.
Pero ese es el principal problema del escéptico radical, la dificultad que esgrime es aplicable a todo, al MUNDO como totalidad o al conocimiento de CUALQUIER aspecto de la realidad. Y lo mismo cabe decir del relativista, si afirma que el conocimiento científico es solo una construcción social o cultural propia de cada grupo, y que todas tiene el mismo contenido de verdad, lo mismo cabe decir de cualquier afirmación de conocimiento del mundo realizada en el seno de cada grupo incluida su propia afirmación de que el conocimiento es relativo, que sería tan cierta como aquella que afirma que es absoluto.
Pero no se puede aceptar que se puede extraer algún conocimiento del mundo sin aceptar que esa extracción será más o menos fiable dependiendo de las condiciones concretas en las que se realiza y de otras características determinadas. Lo cual nos lleva a la necesidad de una metodología que nace del simple estudio sistemático de esas condiciones y características.
Ese estudio milenario ha producido el más potente sistema de conocimiento, la ciencia, que ha probado su eficacia por sus mismos productos, tanto teóricos como tecnológicos. Los primeros con su capacidad de predicciones cumplidas, algo dudoso si no fuera sólido en alguna medida, y los segundos simplemente funcionando, lo cual no puede ser asignado con facilidad a la ilusión o la casualidad.
Una vez aceptada la disolución de la dificultad general del conocimiento, es decir, una vez rechazadas las afirmaciones solipsistas y relativistas, y aceptado el hecho de que existe un mundo exterior a nuestra mente y que puede conocerse algo del mismo, no cabe ya referencia a ella en ninguna circunstancia, algo que ocurre con cierta frecuencia.
No puede hablarse vagamente de que nada es seguro, pues lo hemos rechazado implícitamente al reconocer un mundo y buscar conocerlo. Aquello que se ponga en duda en cuanto a su valor como saber, debe hacerse desde el cuestionamiento lógico y metodológico de cada afirmación concreta, no desde el recurso a esa dificultad general que ya hemos rechazado.
Ambos escepticismos radicales tienen razón, no existe un proceso lógico que establezca de manera definitiva y segura que exista un mundo exterior ni podemos, en todo caso, obtener un conocimiento inmediato de él. Ni siquiera el "cogito ergo sum" cartesiano resiste un buen examen escéptico.
Pero del reconocimiento de estas dificultades no se sigue, como pretenden estos escépticos radicales ni los solipsistas y relativistas, la consecuencia lógica de que no exista un mundo exterior o que el conocimiento sobre el mismo sea imposible. De la misma manera que no existe un razonamiento lógico impecable y definitivo que establezca lo primero, tampoco existe para afirmar lo segundo. Y puesto que una de las dos alternativas, con los matices que se quieran, ha de ser correcta, debemos aceptar una y rechazar otra, no desde el simple momento en que se plantea la dificultad, pues como vemos no favorece ni a una ni a otra, sino que tendremos que estudiar nuestra misma mente, el mundo que representa y la relación entre ambos.
Es decir, no podemos demostrar, en el sentido lógico o matemático, que el mundo existe o que no existe, ni que podamos extraer conocimiento de él o que no podamos, pero, desde el momento en que cualquiera de esas proposiciones pretenden saber algo del mundo y la mente, aún siendo para negarlo, se establece que es posible conocer algo.
Naturalmente, nadie es realmente un escéptico radical. Quien discute contigo no cree realmente que este discutiendo con una proyección de su mente, y nadie en su sano juicio cree que puede dejar de alimentarse o beber sin morir, o que nada le ocurrirá si se para ante una locomotora lanzada a 250 kilómetros por hora. Lo que el escéptico radical pretende es cuestionar el conocimiento científico o al menos alguna de sus afirmaciones.
Pero ese es el principal problema del escéptico radical, la dificultad que esgrime es aplicable a todo, al MUNDO como totalidad o al conocimiento de CUALQUIER aspecto de la realidad. Y lo mismo cabe decir del relativista, si afirma que el conocimiento científico es solo una construcción social o cultural propia de cada grupo, y que todas tiene el mismo contenido de verdad, lo mismo cabe decir de cualquier afirmación de conocimiento del mundo realizada en el seno de cada grupo incluida su propia afirmación de que el conocimiento es relativo, que sería tan cierta como aquella que afirma que es absoluto.
Pero no se puede aceptar que se puede extraer algún conocimiento del mundo sin aceptar que esa extracción será más o menos fiable dependiendo de las condiciones concretas en las que se realiza y de otras características determinadas. Lo cual nos lleva a la necesidad de una metodología que nace del simple estudio sistemático de esas condiciones y características.
Ese estudio milenario ha producido el más potente sistema de conocimiento, la ciencia, que ha probado su eficacia por sus mismos productos, tanto teóricos como tecnológicos. Los primeros con su capacidad de predicciones cumplidas, algo dudoso si no fuera sólido en alguna medida, y los segundos simplemente funcionando, lo cual no puede ser asignado con facilidad a la ilusión o la casualidad.
Una vez aceptada la disolución de la dificultad general del conocimiento, es decir, una vez rechazadas las afirmaciones solipsistas y relativistas, y aceptado el hecho de que existe un mundo exterior a nuestra mente y que puede conocerse algo del mismo, no cabe ya referencia a ella en ninguna circunstancia, algo que ocurre con cierta frecuencia.
No puede hablarse vagamente de que nada es seguro, pues lo hemos rechazado implícitamente al reconocer un mundo y buscar conocerlo. Aquello que se ponga en duda en cuanto a su valor como saber, debe hacerse desde el cuestionamiento lógico y metodológico de cada afirmación concreta, no desde el recurso a esa dificultad general que ya hemos rechazado.
9 comentarios
Miyinalouzo -
Pavoguze -
Cbuwunedud -
Asigan -
fran -
Asigan -
DANIEL -
Asigan -
Respecto al cogito cartesiano,solo me refiero a su incapacidad para enfrentarse al solipsismo. Descartes tal vez pueda convencerse a si mismo de que piensa y por tanto existe, pero eso solo proporciona una linea argumental al solipsista para reafirmarse en su postura. El solipsista no "ve" o "siente" el pensar cartesianao, solo el suyo propio. En el mundo solipsista, los razonamientos y sensaciones ajenas solo son ilusiones proyectadas por la propia mente, la única realidad que acepta.
Pantaleon -
Por otro lado me gustaría saber que quiere ud decir al afirmar que la famosa frase de Descartes no resiste un análisis escéptico,si admite que al hacer una afirmación aunque sea negativa sobre algo', entonces debe existir algo'' (algo' no es necesariamente = algo'')me resulta difícil entender que la relación entre esos dos términos no implique la existencia de un sum que 'cogita'.
Finalmente le felicito por la claridad de la exposición, ya lo dijo Ortega, es 'la cortesía del filósofo'